domingo, 16 de septiembre de 2007

Introducción

Si alguna vez tuviste la oportunidad de apreciar un atardecer en la playa, sentado sobre la fina arena aun tibia, con una brisa calida que abrazaba tu espíritu; si fuiste capaz de emocionarte al ver los colores que se perdían en el horizonte y si el sonido de las aves fue un canto bello que se inmortalizo en tu retina y si en alguna oportunidad sentiste que aquel momento era perfecto y que aquella calidez, emoción, aquel sinfónico compás, aquel cuadro lleno de colores eran la manifestación mas real de aquella incesante búsqueda de tranquilidad y pasividad espiritual; estas en lo cierto.

Si alguna vez tuviste la oportunidad de estar bajo un gran árbol, guarecido tras el fuego de una calida fogata que avivaba tus sueños; si fuiste capaz en aquella noche estrellada, de viajar mas allá de tus propios temores y resumir tus anhelos en un deseo y si en alguna oportunidad te admiraste por tu valentía y te sentiste fuerte y seguro; por cierto que has sentido de buena forma.

Si alguna vez tuviste la oportunidad de despertar en una fría mañana, adornada con el sol naciente que se agazapaba temeroso tras la niebla; si fuiste capaz de sobreponerte a la sensación gélida de aquel baño matutino y te sentiste reconfortado al verte reflejado en aquel espejo de agua, y si en alguna oportunidad prometiste jamás olvidar que en aquellas sensaciones esta la esencia de tu ser; te aseguro que has obrado de buena manera.

Estos tres escenarios; el atardecer, la noche, la mañana y sus vivencias son con gran certeza las instancias que más recordaras cuando regreses de tus andanzas quijotescas, y te aseguro que no dudaras de guardarlos dentro del baúl de los recuerdos junto con aquellos que querrás rememorar una y otra vez.

Alguna vez fui capaz de reconocer en el “afuera” una forma de vida que realmente me lleno de satisfacción. Y es tan simple porque afuera hay historias totalmente distintas a las que diariamente vivimos. Aquellas sensaciones cotidianas son parte de los recuerdos y los sentimientos espontáneos son la realidad de las acciones.

Alguna vez fui capaz de descubrir “allá afuera” aquella vida libre de materialismo y llena de sabiduría. Descubrí que la naturaleza es un gran libro de enseñanzas codificado en sensaciones para estimular en aquellos que logran comprender cada uno de sus matices: la trascendencia del conocerse a uno mismo.

Allá afuera esta todo lo que engrandece al hombre, al espíritu mismo. Esta la belleza y armonía, la libertad y la constancia, la tolerancia y el respeto.

Afuera encontraras a tu espíritu, esperando por ti para crear vínculos que te harán crecer.


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