domingo, 16 de septiembre de 2007

Durante mi vida he estado siempre en contacto con la naturaleza. Ella se ha transformado en fuente de inspiración para desenvolverme en mi diario vivir y a forjado de forma importante mi carácter.

Las primeras aventuras las debo haber disfrutado teniendo tan solo meses cargado de los brazos de mi madre o en los hombros de mi padre. Se de ascensos al volcán Villarrica, juegos en las playas del lago Llanquihue, aventuras en Ensenada y en cada uno de los rincones que me vieron crecer en las cercanías de Puerto Varas.

Luego de aquellos años de pequeño, Castro fue el punto de inicio de mis primeras exploraciones sin la compañía de mis padres. Aquellas salidas a escalar los cerros de Gambo alto y las escapadas camino a Chonchi, junto a mi gran amigo Carlos Brahm, en búsqueda de esas gigantescas nalcas, fueron sin lugar a dudas las primeras motivaciones para continuar aventurándome.

Las historias del Caleuche, el Trauco, la Pincoya y tantas otras, en aquellos años me eran aterradoras. Hoy en día la mitología fantastica de la Isla me ayuda a comprender el modo de pensar, obrar y vivir a diario de esta gente que más que interesantes son únicos. Fue con estas sorprendentes historias que el entendimiento de la realidad en que viven los pueblos originarios y la gente campesina en general se han transformado en un elemento importante en mis ansias por conocer en profundidad mi país.

La llegada a Valdivia significo el conocer el río y una nueva forma de relacionarse con la naturaleza, la tranquilidad de navegar y el deleite de una mañana tranquila fotografiando a los cisnes de cuello negro . Es en Valdivia donde comienzan aquellas aventuras en bicicleta, aquellos solitarios raid fotograficos en el rio Cruces y aquellas maravillosas expediciones en kayak.

La cordillera de la costa y sus bosques siempre verdes han sido lugares de reflexión en innumerables ocasiones y las praderas y playas han sido lugar de acampada con tantos otros que han descubierto en el inmiscuirse en la vida silvestre una forma de conocerse íntimamente y descubrir la felicidad.

De esta manera, hoy y tras años de gratas experiencias disfrutando del sur de Chile me he autoimpuesto el gran desafio de relatar cada una de mis experiencias y anecdotas junto a la naturaleza. Espero poder expresar claramente mis sensaciones, explicar con precisión los conocimientos que he adquirido, crear la inquietud por lanzarse a la aventura, mostrar la realidad de la gente que he conocido y ser un medio de referencia en aspectos técnicos.

Introducción

Si alguna vez tuviste la oportunidad de apreciar un atardecer en la playa, sentado sobre la fina arena aun tibia, con una brisa calida que abrazaba tu espíritu; si fuiste capaz de emocionarte al ver los colores que se perdían en el horizonte y si el sonido de las aves fue un canto bello que se inmortalizo en tu retina y si en alguna oportunidad sentiste que aquel momento era perfecto y que aquella calidez, emoción, aquel sinfónico compás, aquel cuadro lleno de colores eran la manifestación mas real de aquella incesante búsqueda de tranquilidad y pasividad espiritual; estas en lo cierto.

Si alguna vez tuviste la oportunidad de estar bajo un gran árbol, guarecido tras el fuego de una calida fogata que avivaba tus sueños; si fuiste capaz en aquella noche estrellada, de viajar mas allá de tus propios temores y resumir tus anhelos en un deseo y si en alguna oportunidad te admiraste por tu valentía y te sentiste fuerte y seguro; por cierto que has sentido de buena forma.

Si alguna vez tuviste la oportunidad de despertar en una fría mañana, adornada con el sol naciente que se agazapaba temeroso tras la niebla; si fuiste capaz de sobreponerte a la sensación gélida de aquel baño matutino y te sentiste reconfortado al verte reflejado en aquel espejo de agua, y si en alguna oportunidad prometiste jamás olvidar que en aquellas sensaciones esta la esencia de tu ser; te aseguro que has obrado de buena manera.

Estos tres escenarios; el atardecer, la noche, la mañana y sus vivencias son con gran certeza las instancias que más recordaras cuando regreses de tus andanzas quijotescas, y te aseguro que no dudaras de guardarlos dentro del baúl de los recuerdos junto con aquellos que querrás rememorar una y otra vez.

Alguna vez fui capaz de reconocer en el “afuera” una forma de vida que realmente me lleno de satisfacción. Y es tan simple porque afuera hay historias totalmente distintas a las que diariamente vivimos. Aquellas sensaciones cotidianas son parte de los recuerdos y los sentimientos espontáneos son la realidad de las acciones.

Alguna vez fui capaz de descubrir “allá afuera” aquella vida libre de materialismo y llena de sabiduría. Descubrí que la naturaleza es un gran libro de enseñanzas codificado en sensaciones para estimular en aquellos que logran comprender cada uno de sus matices: la trascendencia del conocerse a uno mismo.

Allá afuera esta todo lo que engrandece al hombre, al espíritu mismo. Esta la belleza y armonía, la libertad y la constancia, la tolerancia y el respeto.

Afuera encontraras a tu espíritu, esperando por ti para crear vínculos que te harán crecer.


La Niñez

De esta etapa realmente mucho no puedo recordar, pero si se, con certeza, que se desarrollo en su totalidad en las cercanías de Puerto Varas.

En estos hermosos parajes y junto a mis padres, los primeros pasos por lo bosques y praderas fueron dados y probablemente aquí se genero la complicidad entre mi espíritu y el de la naturaleza. La casa a las afueras de la ciudad jugó un papel fundamental en esta colusión con el medio natural, ya que no bastaba mas que abrir la puerta del hogar para correr junto a mi perro por el jardín adornado por abedules y un pequeño estero, que en esos años despertó mas de alguna historia en mi incipiente y soñador raciocinio.

Frente al hogar, una casa de tejas, completamente de madera, erguida en tres pisos, bruñida por el sol y forjada por la lluvia sureña, se encontraba el Lago Llanquihue. Aquel gran lago del sur de Chile, fue por cuatro años el cuadro dinámico que adorno mi pieza durante el día y la noche.

Días lluviosos me vieron nacer y bajo ellos mis primeros cuatro años viví. Aquella lluvia, hoy comprendo, es un regalo de vida para esta tierra la cual se embellece gracias a la vitalidad que el agua entrega con cada gota que cae desde el cielo. No me imagino el parque Vicente Perez Rosalez, el Salto del Petrohue ni mucho menos Lago Todos los Santos ni el mismo Lago Llanquihue en otro lugar que en un clima lluvioso. Me siento plenamente privilegiado con haber disfrutado de esta belleza desde temprana edad.

Como ya les mencione, el Lago Llanquihue era el telón de fondo de mi universo en aquellos años, el volcán Osorno y el Calbuco cada uno con sus reconocidas y singulares formas eran parte de este escenario que con toda razón es reconocido mundialmente por sus encantadores paisajes.

El lago Llanquihue es el segundo más grande de Chile, con una superficie de 877 km² es la gran hoya hidrográfica de la región de los Lagos. En su ribera se encuentra además de Puerto Varas, Puerto Octay, Frutillar, Cascada, Puerto Klocker, Ensenada y Llanquihue.Todos estos pueblos de una u otra forma sienten en su esencia la gran influencia alemana que por los años 50 del siglo XIX (1850) comenzó a colonizar la zona.

Es interesante poder descubrir en la arquitectura y las costumbres de esta zona como la influencia de aquellos colonos se ha mantenido por mas de 150 años y reconocer en las terceras o cuartas generaciones el fruto de aquellos intrépidos aventureros que sin mas que perder en sus vidas decidieron cambiar sus tierras y comenzar algo nuevo en el otro extremo del mundo. Quizás hay algo mas que se puede aprender de ellos y es aquella capacidad de decidir sin tener una razón fundamentada y tan solo seguir adelante siempre con los sentidos alertas para no perder la senda poco clara de las oportunidades maravillosas pero desconcertantes que la vida nos pone en frente en algunas ocasiones.

Luego de 4 años en Puerto Varas, mi padre encontró nuevas perspectivas en la gran isla de chiloé. A los 4 años por supuesto no sabia comprender que significaba mudarse de casa. La verdad no recuerdo nada del cambio y muy pocas imágenes tengo de los primeros años de vida chilota, solo que vivíamos muy cerca del hospital, en una casa muy antigua y que la denominamos la ratonera. También recuerdo algunos juegos bajo la casa, siguiendo a las gallinas que empollaban a sus futuros polluelos ocultas de la lluvia.

Tras la vida en esa casa nos cambiamos una vez mas a la que fue el hogar por unos 3 años. La casa ubicada en chacabuco con una vista priveligiada, desde su balcón, del estero de Gamboa fue donde por primera vez debí tomar los libros. El primer año de estudio fue en el Cahuala, colegio formado aquel mismo año 90 por jefes scouts todos amigos de mi padre.

El paso por el Cahuala fue bastante entretenido y lleno de juegos. Pase por el kinder en este colegio, pintando y jugando con unas brujas que las tías Mónica y Alejandra dibujaban en los vértice de las hojas de actividades. Recuerdos con mucho orgullo la publicación de un dibujo que pinte con Nacho (solo recuerdo que así le decía) en la revista de anuario del Cahuala. Eran dos casas sobre un cerro. Mi primera publicación podríamos decir.

Los recreos eran los mas entretenidos sin lugar a dudas, aquellos pinos llenos de pasadizos secretos nos llevaban de una base a la otra dejandonos llenos de resina y olor a pino que hasta el día de hoy recuerdo. El primer beso creo con certeza fue allí, ya que todos hibamos a subirnos a los pinos, y si no recuerdo mal fue a la Bea.

El peor momento en mi paso por el Cahuala fue aquel día que me quede jugando en los pinos sin entrar a clases. Me fueron a buscar y estuve castigado en la dirección bajo la atenta mirada del Rafa, que en ese tiempo era el director del colegio. Otro mal momento fue cuando me escondí en el furgón y Rodolfo (quien manejaba el vehículo) al no verme no paso por mi casa y no llegue a la hora que me esperaban. Eso produjo que mi mamá saliera como loca a buscarme por todo Castro.

Sin lugar a dudas, hoy lo valoro, el momento mas gratificante en mi paso por el Cahuala fue el haber obtenido el premio al espíritu Cahuala en su año de fundación. Hoy veo ese diploma en mi pieza y me enorgullese haber sido el primero.

Costa Valdiviana

La costa Valdiviana comenzando por el norte con la playa de Mehuin y hasta la barra del Rio Bueno en el sector Sur, oculta un sin fin de maravillas que deslumbran al hombre aventurero y generan inspiracion en el poeta.

Caletas de pescadores, reservas costeras y playas virgenes entablan alianzas que generan paisajes unicos. El reconocimiento de cada uno de ellos fue una larga aventura segmentada temporalmente, pero que en conjunto me dieron a conocer la verdadera costa Valdiviana y cada uno de sus encantos.

Son las 9.00 am y junto a mi gran amigo Carlo Cornuy nos reunimos en los "expreso a la costa" . El dia esta nublado, por lo cual dudamos de realizar nuestro proyecto costero, pero luego de unos minutos dicidimos dar pie a nuestra empresa. La idea era avanzar por la playa desde el sector de San Ignacio hasta Curiñanco sorteando cada uno de los roquerios que existen entre cada uno de estos.

Nos subimos al minibus , que a esta hora de la mañana se encuentra casi vacio (cosa poco usual), al parecer el dia grisaceo ha mantenido a la gente calientes dentro de sus camas. Luego de unos 3o minutos de viaje, llegamos a la playa de San Ignacio, lugar que nos habiamos propuesto para comenzar nuestro Transecto costero.

La mañana está fría y nos susurra al oído advirtiéndonos de lluvia, pero amigablemente y entendiendo nuestra estancia en aquellos parajes, se contiene y nos amina a continuar. El sector de San Ignacio se embellece aún más en un día como éste, los colores contrastan artísticamente con el verde húmedo-brumoso de los cerros que abrazan aquellos caseríos que caen frenéticamente hasta las oscuras arenas y requeríos que dan fin a tierra firme y dan el inicio al viaje trans-horizonte.

Para nosotros la conjunción de la tranquilidad espiritual que entrega el observar el constante y perfecto ir y venir de las olas se contrapone con la intranquilidad perpetua de las familias que cada mañana ven salir a sus hombres alejarse en sus pequeños botes e internarse en “la mar”. El sustento de cada uno de ellos depende de que tan solidario se comporte el día de pesca y que tan abundante se encuentre la fauna marina. Este es un trabajo duro y arriesgado y lo más espeluznante es que es una realidad que condena y que se perpetúa generación tras generación.

Esta gente de mar continua utilizando antiguas metodologías para la extracción de los productos. Usan motocompresores los cuales tienen metros y metros de mangueras que terminan en una especie de "pulmón" que los pescadores introducen en su boca de manera de obtener aire. En muchas ocasiones al momento de salir desde las profund
idades del mar, estos arriesgados trabajadores sufren descompresiones que hasta en algunos casos resultan fatales.

Los roquerios comienzan a alentar nuestro ritmo, que si bien ya es pesado por la arena, este ahora se hace mas peligroso en el saltar continuamente por sobre rocas mojadas. Nos sentimos como verdaderos nómades de tiempos pretéritos caminando y sorteando todo tipo de obstáculos en búsqueda de alguna bahía mas protegida para poder levantar un campamento.

Desde el comienzo recordamos historias de antiguas salidas, como el primer ascenso al cerro de punucapa, desde el cual logramos ver toda la isla teja desde atrás, recordamos algunos campamentos, aquel de la isla y
bueno muchas otras aventuras. Fue con esta conversación y con el fondo costero que decidimos darle fuerza al proyecto de Ruka. La idea de formar el grupo outdoor ya se venia proyectando desde hace algún tiempo junto con Angélica, Daniela y Carlos, pero faltaba organizar todo de mejor forma. Decidimos realizar una reunión y comenzar a hacer salidas mas constantes de manera de poder mostrar a mas gente lo maravillosas que son las caminatas y el compartir intimo con la naturaleza. La conversación continuó y el sonido de las gaviotas cahuil siempre de fondo, el tic-tac del mar nos indicaba una linea temporal propia y nuestras pisadas que mostraban la senda que dejabamos atras.

Cuando llegamos a la playa rosada, nos encontramos con aquel típico hombre de m
ar que con poca indumentaria sale a pescar desde la orilla de la playa. Era un hombre de unos 65 años, de los cuales probablemente se ha pasado el mismo numero en estas playas. Su propósito es llevar la comida al hogar y sus herramientas son simplemente lienza enrollada en un troso de PVC y un anzuelo.

Ya a esta altura, en playa rosada, comenzamos a preguntarnos que hacia un perro siguiendonos desde San Ignacio. Era un pastor alemán bastante juguetón que se unio a la expedición y no dejo de seguirnos en ningún momento. En un momento del recorridose metio al mar y producto de las olas quedo en el medio de unos pequeños roquerios. Ladro y ladro pensando que de esa forma podia contra el baño salado, pero tan solo luego de unos 3 minutos de desespracion y la recogida de la ola, logro salir de su propia alcatraz.

Cruzar los roquerios no es tarea fácil, es nesesaria destreza y agilidad. En varias oportunidades la humedad nos hizo resfalar afortunadamente sin nada grave que lamentar, tan solo un pequeño corte en la mano de Carlo. Una recomendación es estar siempre seguro donde pisar, ojala hacerlo en dias secos donde las rocas no esten humedas y porsupuesto jamas pisar sobre las algas. Entre San Ignacio y playa Rosada, existe un sendero, es una buena idea tatar de seguirlo, es usado por los pescadores o la gente en general que se mueve entre las playas de manera mas rapida que caminando por la carretera. Despúes de playa Rosada la senda desaparece en algunos tramos, pero es siempre fácil de volver a rastrear tras algunos metros.

Luego de playa Rosada, esta el sector denominado punta Loncoyen, esta parte es imposible de sortear por las rocas a no ser que se cuente con equipo de cuerdas para poder rapelear unos 80 mts. Lo recomendado es, al final de playa rosada, y tras unas casetas de materiales de los pescadores seguir un sendero que sube hasta el camino. Antes del camino caminar en direccion norte y buscar un pequeño arroyo, cruzarlo y seguir el sendero que ahi veran. Este sendero los llevara hacia una casa, antes de entrar al sector mas conlindante a la casa hay un letreo que dice cuidado con el perro. Pasen en silencio porque el perro es verdaderamente peligroso. Aqui se debe bajar y se llega nuevamente a la playa.

Bélgica, Chile, Argentina y Brasil

Desde pequeño uno tiene sueños y estos generalmente se fijan en algún momento de nuestras vidas de manera inconciente, pero luego de permanecer en estado de quiasencia algo gatilla su despertar y nuestra vida cambia.

Seguir un sueño es algo complicado, hay que dejar algunas cosas para tomar otras, y por lo general dejar aquellas “cosas”, es muy difícil. Estoy seguro que no estamos preparados para seguir nuestros sueños. Para seguirlos hay que ser valiente y testarudo dos valores que son complicados de conjugar en nuestras vidas que se destacan por la cotidianidad y tranquilidad alejada de toda aventura y cualquier cosa que signifique arriesgar nuestro bienestar.

Comienzo con estas palabras para contarles sobre un sueño que creo fije cuando tenía unos 12 años y vi por primera vez un grupo de ciclistas pedaleando llenos de cosas en sus bicicletas y avanzaban hacia el sur. Por supuesto eran “gringos”, corría el año 1997 y ver a este tipo de aventureros era algo poco común en un país que se caracteriza por sus bellísimos paisajes pero que a la hora de aventurarse prefiere el confort de la comodidad de sus hogares. (Esto ha estado cambiando en el último tiempo).

Para mi aquella visión significo un desafió tan grande que cada vez que vi un ciclista cargado con sus alforjas viajando en grupo o solitario me imagine yo en su posición en algún momento de mi vida.

Tras varios años de espera y luego de haber echo pequeños viajes en bike a lugares cerca de Valdivia, en el verano del 2006 realice mi primer viaje con una bicicleta prestada y unas alforjas improvisadas. Estaba empezando a cumplir mi sueño. Era uno de ellos de aquellos intrépidos aventureros que divise por primera vez el ´97.

El verano del 2007 y con la experiencia del año anterior y luego de trabajar todo el verano, compre mi primera bicicleta propia y el 1º de marzo emprendí rumbo a mi “Transecto” en dos ruedas verano 2007.

Como compañero de ruta tendría a Lorenzo, un amigo brasileño que también disfrutaba de esto en su país. Junto a él teníamos delante de nosotros un ambicioso viaje.

Saldríamos de Valdivia con rumbo a Los lagos bordeando el San Pedro para luego tomar la ruta que nos dirigiría hasta Riñihue. Tras pernoctar la primera noche allí, seguiríamos hasta Choshuenco (el que conoce la zona se preguntara porque camino. Ya les contare esa historia) y luego a Neltume y Pto Fuy, finalizando allí el segundo día.

El tercer día comenzaría con un lindo viaje en ferry desde Pto. Fuy a Pto Pirihueico y luego tomaríamos rumbo hacia Argentina para llegar a San Martín de los Andes. Desde aquí y junto al Lacar estaba contemplado iniciar el pedaleo por la ruta de los 7 lagos hasta Villa la Angostura, para luego regresar a Chile.

El mapa nos mostraba varios kilómetros esperando por nosotros pero jamás nos dio ni una sola imagen de todas las aventuras que tuvimos en el viaje que me llevo a ser el protagonista de mi propio sueño y en el cual deje de ver a los “gringos” pedaleando, sino que me transforme en uno mas de lo que se atreven a conocer el mundo en dos ruedas.

Primer día. Valdivia- Los Lagos- Riñihue.

Tras varios días de preparar el equipo el 1º de Marzo a las 7 a.m. nos juntamos con Lorenzo en el YPF de la Isla Teja en Valdivia para chequear el aire de los neumáticos y engrasar las cadenas de las bicicletas.

Desde aquel momento ya causamos admiración por algunos transeúntes, ya que además de cargados estábamos vestidos con nuestros atuendos “pro” para pedalear largas horas.

Comenzamos sin mayor problema en una mañana helada y con niebla con dirección a la salida norte para tomar el camino de Santa Elvira y seguir la ruta por la orilla del río San Pedro (mismo río Calle-calle, pero que desde el sector de Collico al Este es conocido con ese nombre también).

El camino húmedo, el ambiente frió, los bosques verdes, el río azul profundo y la niebla baja adornaron el cuadro los primeros kilómetros, por una ruta que la verdad no da mucha dificultad pero que nos quería probar unos kilómetros mas adelante.

Habíamos avanzado unos 15 kilómetros cuando en una subida no muy pronunciada tuvimos la primera pana. Corte la cadena de mi bicicleta.

Las herramientas las habíamos chequeado y rechequeado varias veces por lo cual al cortar la mía de inmediato pregunte a Lorenzo por el corta cadenas para repararla rápidamente y continuar. En aquel momento escuche por primera vez la respuesta que no deseaba. No había corta cadenas. Llevábamos tan solo 15 kilómetros y ya teníamos la primera panne y sin una estrategia clara de cómo solucionarla.

Una posibilidad era que Lorenzo regresara a comprar un corta cadenas a Valdivia, pero aquello atentaría con la famosa prosa de machado y que trato de asumirla como una ley en mis aventuras de modo de generar más aventura sobre la aventura.

“Caminante son tus huellas

El camino nada más;
caminante no hay camino
se hace camino al andar.
Y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.”

Antonio Machado


La otra posibilidad era improvisar y eso fue lo que hicimos. Inventamos unos arreglos e injertos que me mantuvieron sobre la bicicleta por un tiempo, pero que finalmente generó una falla más compleja. En un momento la cadena se trabo completamente e hizo fuerza sobre el desviador y lo doblo. Quizás no sepan lo que es el desviador, pero más allá de enseñarles mecánica y describirles los componentes de una bici, créanme que es una falla importante. Tras esta prueba y con la moral por el suelo, llevábamos aprox. 18 kilómetros, eran las 11.30 a.m. y nos faltaban muchos kilómetros hasta Los Lagos que era el único lugar donde podríamos arreglar bien la bicicleta, destrabe la cadena, la puse dentro de una bolsa y comencé a caminar con la bicicleta.

Todo esto es parte de la aventura, pero que manera de tener que vivirla, los paisajes ya no me parecían bellos y es más, ni siquiera recuerdo mucho el camino. Pero como dicen por ahí hay que pensar positivo y desde este punto de vista logre aprender bastantes cosas. En tramos planos y ayudados por una cuerda Lorenzo me tiro y así logramos avanzar algunos kilómetros, en las bajadas dejaba a la bicicleta con su inercia y el freno ni pensar en apretarlo, eso me daba la posibilidad de llegar mas lejos al momento de terminar el descenso. Trabajo en equipo y compañerismo una buena lección y solo a 18 kilómetros de Valdivia fue donde la encontré. Increíble. (Vale la pena pensar positivo).

Luego de varios kilómetros así encontramos un colegio y Javier, cuidador del lugar fue quien nos ayudo con el arreglo. Como caído del cielo él tenia en su casa un eslabón para la cadena. Un sistema para solucionar la panne sin necesidad de un corta cadenas. Arreglamos el desviador y gracias a Dios pudimos continuar en dirección a Los Lagos a velocidad de crucero.

En el balseo de San Javier no puedo dejar de mencionar nuestra conversación con Juan que es el hombre que mantiene la barcaza que cruza el río. Un caballero, una persona buena de verdad, de un corazón lleno de amistad y que hasta el día de hoy recuerdo como una muy buena persona. Nos dijo la ruta que debíamos seguir hasta la carretera para luego tomar Los Lagos. Aquello lo seguimos rigurosamente en función del mapa que el muy amablemente dibujo en mi cuadernillo. Sorpresa nuestra fue que cuando estábamos buscando la salida hacia Riñihue apareció tras de nosotros montado en su bicicleta con una mochila cargada de unas ricas y jugosas manzanas. Nos siguió desde el balseo con solo aquel propósito, apoyarnos con alguna cosa en nuestro periplo. Creo que nuestra aventura le pareció tan quijotesca que si hubiese podido se hubiese unido a nosotros sin ninguna duda. Grande Juan.

El viaje continúo sin problemas y pudimos observar un lindo paisaje del San Pedro hasta el sector de Quinchilca, luego pasamos por Folilco y desde aquí y hasta llegar a Riñihue el camino no cambio. Rectas interminables, muchos kilómetros planos desgastaron nuestro espíritu y nos llevaron a pedalear varios kilómetros luchando solos contra nuestro cansancio.

Santuario de la Naturaleza "Carl Anwandter"

Un-dos-tres-un-dos-tres, fueron las primeras ordenes que recibimos en esta aventura, y no es que estuviésemos formando equipos, sino que era el imperativo para interpretar el sinfónico golpetear de nuestros remos en el Río Iñaque, punto de inicio esta Travesía o Transecto como las llamaré desde hoy en adelante. (Transecto es un término utilizado por biólogos y se refiere a trazados que se realizan en el área de estudio cuando se realizan estudios de campo).

El mes elegido fue Febrero, pues es más fresco y además teníamos el tiempo suficiente para arreglar todo el equipo. Salimos un día Sábado desde Iñaque, sector que se encuentra a unos pocos kilómetros de Mafil (Curva del puente Iñaque yendo de Valdivia a Mafil) y nos propusimos llegar al otro día a Valdivia.

Nuestro grupo de aventureros estaba compuesto por Carlos, Mariana, Daniela, Angélica y Yo, Felipe. Emprendimos rumbo aproximadamente a las 11.30 hrs. en tres kayaks, dos dobles y un solitario Carlos remando.

El paisaje del río Iñaque es bastante particular. Su ribera es muy frondosa, por lo que nos acompaño todo el primer tramo del viaje un majestuoso verde veraniego. El día estaba hermoso para remar, si bien el sol estaba radiante, no estaba totalmente despejado, unos pocos "cirros" nos acompañaban y si bien nos anunciaban lamentablemente un cambio brusco del clima con un descenso en las temperaturas, no dudamos en continuar adelante y cumplir con nuestra meta.

Durante la navegación por el Iñaque, que es un angosto río que serpentea por campo agrícolas y ganaderos del sector de Mafil, nos cruzamos con varios animales (bovinos) muertos o mas bien ahogados, a quienes el destino los tomo por sorpresa al momento de ir a beber un poco de agua y los llevo a pastar a otras praderas. Atrapados entre los árboles y ramas que adornaban con distintos matices del verde ambas riberas del río nos mostraban lo cruel que puede llegar a ser la hermosa naturaleza.

Luego de avanzar unas dos horas por este río llegamos a la confluencia con el río Mafil, que es un pequeño río que llega con varios brazos hasta un lugar bastante bajo, pero que sigue siendo navegable, al menos en los kayaks. Aquí ambos ríos toman rumbo hacia el Oeste para llegar con más fuerza hasta el río cruces en el sector de Pichoy.

Es en este sector donde la inmensidad del río cruces nos distrae por un momento. Es interesante pensar en como aquella grandiosidad tan solo partió como pequeñas hileras de agua bajando de la cordillera las cuales con un armónico trabajo dan vida a este fausto hábitat que embellece de manera singular el espíritu de todo aquel que logra conocer aquellos parajes.

En Pichoy y luego de cruzar el puente buscamos un lugar para almorzar. Estuvimos aproximadamente una hora en eso, remando para todos lados, hasta que nos decidimos por un pequeño espacio en la orilla norte por el cual pasaba a 5 metros un camino interior.

El sector estaba lleno de pequeños “bosquecillos” de lotos con flores de distintos colores; logramos ver amarillas, blancas y rosadas. Un bello paisaje en un lugar que para llegar hay que solo atreverse y lanzarse a la aventura.

Durante el terremoto del año ´60 el río cruces creció bastante ya que muchos de los sectores ribereños se hundieron y el agua anego muchas hectáreas de campos, provocando perdidas grandiosas de cultivos y animales. Pero la fuerza de la naturaleza no fue en vano y creo un espectacular lugar el cual favorece la existencia de muchísimos nichos ecológicos particulares del sector y lo que atrae la admiración de todo el mundo. Hoy en día el río cruces es la columna vertebral del SANTUARIO NATURAL RIO CRUCES "CARLOS ANWANDTER", sitio protegido por la convención Ramsar y lugar de belleza indescriptible para aquellos que salen de la ciudad en busca de su reencuentro con el aire libre y la madre tierra.

Luego de remar alrededor de seis horas y cuando se había levantado un viento bastante fuerte (recordamos en este momento los cirros que nos acompañaban antes), decidimos buscar un lugar de manera urgente para poder pernoctar. La búsqueda fue difícil, porque antes debimos salir de lo que alguna vez, antes del terremoto, fue un hermoso bosque, que en estos momentos estaba hundido bajo el agua. Estos bosquecitos, que se encuentran hundidos en mas de el 75% de su altura, son bastante comunes en todo el río, y proporcionan molestias a la hora de estar en apuros de llegar a una orilla. Nos sentíamos como moscas en una tela de arañas, incapaces de escapar rápidamente, pero afortunadamente supimos esquivarlos y llegar hasta un lugar que desde el río pareció apto para acampar.

El lugar que divisábamos estaba rodeada de juncos por lo cual se nos hizo bastante complicado "hacer puerto", debimos remar una distancia considerable por la orilla hasta que encontramos un lugar que nos permitiera llegar a tierra firme. Cuando nos bajamos de los kayaks y luego de caminar por un tipo de fango que era bastante agradable al tacto de los pies, logramos pisar firme en lo que hasta ese momento era un imponente terruño en las orillas del grandioso río Cruces. Mas tarde comprendimos que en el lugar en que estábamos no era un simple sector ribereño al río, sino que era una maravillosa isla. Un regalo inesperado en un momento de confusión luego del cambio repentino del ánimo del río.

Ya en la isla nos transformamos en humildes versiones de Amundsen y comenzamos a explorar aquella maravillosa campiña, lugar idílico y maravilloso que nos dejo consternados por algunos minutos. Ya nos habíamos inmiscuido en la vida intima del santuario y ahora se nos presentaba otro desafió ecológico; aquella isla de la cual jamás habíamos escuchado antes de salir en nuestro Transecto. Un regalo del cielo o un encuentro con el destino. Lo analizamos durante la noche junto a la fogata.

La isla tenía algo así como dos pisos, arriba una gran pradera de pasto muy corto y arbolitos rodeados con pequeños cercos y en el primer piso una hilera de árboles y juncos la rodeaban coronándola con aquella distinción de nobleza real. Continuamos caminando y admirando lo lindo del lugar hasta que a lo lejos divisamos algunos animales algo desconocidos. En un inicio pensé que eran pudúes, pero luego supimos que eran gacelas, y cuando estábamos en éxtasis admirando el regalo que nos tenía guardado la isla logramos divisar unos tímidos ciervos, que asustadizos huyeron en el momento que nos vieron. Tras unos minutos de apreciar tales maravillas vimos que venían hacia nosotros unos emúes corriendo en grupo y tras de ellos un hermoso caballo blanco. Cuando ya atardecía vimos también algunos pavos reales, en conclusión, no podía estar siendo mejor nuestra aventura. Luego de esos minutos de admiración y deleite, decidimos buscar el lugar apropiado para poner nuestra carpa.

Por el hecho que el lugar estaba muy bien cuidado, decidimos por supuesto, pedir autorización para poder quedarnos a acampar ahí. Así fue como encontramos una casa en el otro extremo de donde habíamos llegado y le pedimos a la señora que allí vivía junto a su esposo, si es que era posible acampar en la isla. Ella amablemente respondió que sí. Además preguntamos cual era el nombre del lugar dónde estábamos, a lo que ella respondió; ISLA CORCOVADO.

Antes de cenar, admiramos el atardecer en compañía de una araucaria araucana, la única del lugar, que con certeza fue plantada hace ya algunos años en aquel lugar para embellecer el paisaje y regalar a gente como nosotros una puesta de sol llena de imágenes nuevas, con el astro rey escondiéndose tras las montañas del parque oncol y reflejando su últimos rayos de luz en el escenario principal de nuestra aventura: el cruces. Un majestuoso fin del día y el inicio de las actividades nocturnas de camaradería.

Durante la cena, compartimos nuestras emociones, mencionamos lo interesante y agradable para el espíritu que es optar por aventurarse y descubrir lugares inesperados. Es un estilo de vida que muchos, por quizás qué razones no se atreven a instaurar en su diario vivir y que en realidad no requiere de más que decisión y ganas de descubrir en la vida al aire libre aquella parte de nuestra personalidad que necesita de momentos de contemplación de la naturaleza y de reflexión personal en un escenario donde la fuerza de la vida queda de manifiesto en cada metro que logras observar. Finalmente todos concordamos que la salida había sido un éxito y que aquello que había comenzado como un fin de semana de aventura se había transformado en algo más trascendental para nuestras vidas.

Por la mañana, mientras algunos preparaban el desayuno, otros levantábamos el campamento y ordenamos todo para partir y hacer el último tramo de nuestro recorrido. Debíamos enfilar rumbo hacia San Ramón y luego teníamos presupuestado pasar a Punucapa, ya que estaban en la semana del pueblito.

El desayuno nos vigorizo y calentó un poco el cuerpo, ya que por la mañana una densa neblina se dejo caer e hizo disminuir la temperatura, esto adorno con nuevos colores y sensaciones a Corcovado los cuales por supuesto desde otra dimensión siguieron siendo igual de maravillosos.

Tras salir desde el estacionamiento natural adornado con sauces por los lados y con un pórtico por el frente de junquillos, tomamos los Necky Amaruk y el Manta de Ocean Kayak y comenzamos nuestra remada con un poco de frío hacia el sector de San Ramón.

San Ramón en años anteriores al ´60, fue un lugar con mucha vida y dinamismo agrícola y ganadero. La familia Manns administraba grandes praderas donde se cultivaba trigo y además se forrajeaban animales lecheros. Gran parte de la población que vivía en el sector y sus alrededores trabajaban en aquel fundo y hacían de él, el sustento familiar.

En escritos de colonos que alrededor del año 1850 buscaban tierras cultivables podemos leer:

“La espesísima y pantanosa selva virgen obstaculizaba el avance de la expedición, los trabajadores iban con mucho recelo, porque creían, que los brujos que según ellos dominaban las cercanías de los ríos esperaban a su llegada...”

Relato de un colono en búsqueda de tierras cultivables – Valdivia, Diciembre de 1852

“Como un enorme mar interior movido por la marea hacia arriba y hacia abajo, nos mostraba un laberinto lleno de pequeñas y grandes islas, estas ultimas no muy hospitalarias. Cubiertas por juncos semisumergidos, mostraban en su interior especies leñosas, características de terrenos pantanosos…”

Diario de Campo de Karls Manns – Valdivia, 25 de Julio de 1853

Desde río se logra ver las ruinas de la casa patronal del fundo, que ahora pertenece a forestal Valdivia, empresa que tiene a su cargo la administración del Parque Oncol y que utiliza el sector de San Ramón como lugar de recepción de la ruta fluvial hacia el parque.

La casa luego del terremoto fue paulatinamente abandonada hasta que hace algunos años atrás fue refaccionada. A poco estar con su esplendor de antaño un incendio devoro su figura y la dejo en ruinas nuevamente. Las leyendas y cuentos de los lugareños hablan de una sombra entre las llamas de la casa, las cuales podían ser vistas desde Punucapa. Así comenzó la leyenda de San Ramón.

A esta hora el día ya estaba hermoso una vez más y luego de unos 45 minutos de palear por el gran río cruces llegamos al muelle de Punucapa para conocer el pueblito y su feria costumbrista.

El nombre proviene de una alteración de la palabra del mapudungun Kunukapi. "Kunu" quiere decir; tierra negra, fértil y "Kapi"; vaina de legumbre. Por lo que se deduce que significa; Tierra apta para el cultivo de legumbres.

La localidad fue sometida por la corona española tras la fundación de Valdivia. En esa época se establecieron las principales familias en Punucapa.

Antes de 1987, el pueblo estaba aislado por tierra, y su única ruta de acceso era navegando el río Cruces. De hecho se piensa que tuvo un significante intercambio económico, por vía del río, con el pueblo Ainil, el predecesor de la ciudad de Valdivia. Según crónicas españolas, los indígenas de aquella zona bajaban el río en canoas para intercambiar productos aun durante el periodo colonial.

Existe una pequeña iglesia, bastante antigua y que ha tenido que ser refaccionada por su deterioro. Esta iglesia o también conocido como el Santuario de la Candelaria se comenzó a construir entre los años 1879 y 1880 por iniciativa del Rvdo. Don José Brahm, párroco de Valdivia. La primera celebración se llevo a cabo el 2 de febrero de 1882 y desde aquella época la fecha ha permanecido en la tradición punucapense y cada año cientos de peregrinos visitan el santuario y veneran a la virgen de la Candelaria.

Tras la visita a la Iglesia nos dirigimos al sector de la feria costumbrista y degustamos unas ricas empanadas con un rico vaso de chicha, nada malo tras varias millas náuticas de navegación. Luego de esta hermosa visita y ante la atenta mirada de los punucapenses nos alistamos a partir. Eran los últimos kilómetros de la travesía. El tramo es recomendable hacerlo de la forma mas recta posible, el río es muy ancho y pasa por sobre muchas hectáreas de campo, durante la marea alta o en invierno, navegar por entre los juncos es bastante factible y se ahorran varios kilómetros, además que la gran mayoría de los cisnes, patos, taguas y resto de fauna del santuario están cobijados tras el parapeto natural que ofrecen los bosques hundidos y los juncos.

Al divisar la isla teja, su parte norte, es emocionante pensar que lo hemos logrado, tan solo nos espera navegar el río Cau-cau y estaremos entrando triunfantes a la ciudad de Valdivia, así como alguna vez hace muchos años atrás los lugareños de Punucapa llegaban con sus productos para vender. Valdivia nos esperaban con su costanera llena de gente, un dia despejado y su hermoso puente Calle- calle presentándose ante nosotros imponente por sobre las aguas del Calle-calle.

Fue de esta forma y con este animo y felicidad que cuando eran las 16 hrs. aproximadamente del día Domingo y luego de hacer un recorrido por la costanera, el muelle fluvial y el museo de arte contemporáneo, siempre en el río y sobre nuestros fieles kayaks, desembarcamos en el club deportivo Phoenix y nos dispusimos a tomar la ultima foto y a darnos un abrazo de agradecimiento por tan lindo fin de semana juntos.

Un transecto más, amigos mas queridos que antes, muchas vivencias nuevas y desde hoy una nueva perspectiva de ver el mundo: aquella apacible tranquilidad que el cruces nos enseño.